domingo, 10 de agosto de 2008

Prohibido Prohibir


Anduve caminano errante, como siempre, por las calles limeñas y pude vislumbrar que quienes recorremos este recinto tan lúgubre no tenemos idea de lo que ocurre a nuestro alrededor. Como yo también me veo inmerso en este conglomerado de gentes, puedo considerarme un culpable.


Soy culpable de que hayan niños en la calle que sufren por no haberse alimentado el día de hoy. Soy culpable de que los sueños de las gentes más radiantes no se cumplan porque les hago empañar sus sueños con sombras que terminan suscitando su propio entierro. Soy culpable de que quienes pretendan amarse los unos a los otros, se vean afligidos por la rutina que les agobia. Soy culpable de que los jóvenes, tengan como prioridad embriagarse e intentar tener relaciones sexuales con alguna fémina que pase por ahí.


¡Mea culpa!


Pero sé por qué lo hice. Fue porque tenía miedo, terror, pavor. Sentía que si hacía algo en contra de aquello me iban a matar. Pude sentir que si intentaba cambiar esta situación, podría terminar torturado y encarcelado.


¡Al cuerno el miedo!


Ahora no tengo temor, ni siquiera de morir. Mi pasión emana de la convicción vitalicio de luchar a cada instante contra el Mounstruo mayor. Y es que esta pasión es destructiva, por eso es una pasión creadora. No tengo miedo de enfrentar a la Muerte, pues sé que ésta no me dejará padecer.


¡Hasta la Muerte misma sabe que aún debo quedarme por estos lares!


Por eso, a quienes intenten prohibirme recrear la vida en sí... Y no sólo la vida e sí, sino la mía, la suya, la de los otros, la de todos. A esos tíos les diré hoy y siempre... ¡Prohibido Prohibir!

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